24 octubre 2018

BUSCO ABUELO DESAPARECIDO


Mi abuelo, Manuel Martín Rubio, es uno de los 100.000 desaparecidos en la guerra civil española. Sus restos deben estar aún en alguna de las 315 fosas comunes repartidas por las cunetas y los campos del Principado de Asturias (según el mapa de fosas de dicha región).

Mi abuelo Manuel era brigada de la Guardia Civil al servicio de la República cuando estalló el conflicto fratricida en julio de 1936 (Tarjeta de identidad: Serie A, número 03298). En abril de aquel año fatídico, sus mandos lo habían trasladado a la zona caliente que por aquel entonces era Asturias tras la sangrienta Revolución de Octubre de 1934, como represalia por haberse señalado pidiendo mejores condiciones laborales para sus compañeros guardias civiles del Puesto de Camas, Sevilla.

Cuando la Guardia Civil se pasó mayoritariamente al bando sublevado contra el gobierno del Estado legítimamente constituido, fue hecho prisionero de guerra, torturado y finalmente fusilado, en flagrante violación de la Convención de Ginebra.

Por entonces residía en el pueblo minero de La Felguera (que hoy es un barrio de Langreo, Asturias), junto a su esposa (mi abuela Librada), su hijo (mi padre Manuel) y una de sus dos hijas (mi tía Isabel).

En su Libreta de Haberes, que aún conservo, figura que fue ascendido de sargento a brigada el mes de mayo de 1936. Fue trasladado primero a Sama de Langreo en abril y posteriormente a La Felguera, Langreo, que fue su último destino en los meses de mayo y junio, ya como Comandante del Puesto. La hoja correspondiente al mes de julio aparece vacía.

Fue visto por última vez por su familiares en el campo a las afueras de La Felguera, cuando dos milicianos los condujeron una noche al lugar indeterminado donde estaba retenido para despedirse de él, a finales de agosto de 1936. Tenía 39 años de edad.

Exijo que el Estado español ponga los medios técnicos y humanos necesarios para localizar sus restos (así como los de todas las víctimas de aquella barbarie que aún siguen desaparecidos) para que mi familia pueda enterrarlo con dignidad junto a su esposa (mi abuela) en el cementerio de San Fernando de Sevilla, como prueba de reconciliación y de la grandeza de nuestra democracia.

Por dignidad nacional es preciso remover los obstáculos que impiden rescatar de las cunetas y de las fosas perdidas a las víctimas de tanta tortura y de tanto crimen superpuesto para que nunca más los españoles nos matemos por nuestras diferencias ideológicas ni religiosas. 

Lo reclama este bloguero, que es su nieto rojo, republicano y apóstata, para honrar su memoria (y porque todos los muertos son iguales). Si alguien supiese de su paradero, le ruego me haga llegar la información mediante un comentario abajo o se ponga en contacto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Salud y gracias. cmg2010

La tercera fotografía muestra los tres objetos de escritorio que conservo de mi abuelo: un sujetapapeles de latón, un sello de bronce con su firma, y moldes de letras de latón. La cuarta foto se la hizo mi padre ante la placa que recordaba a su padre muerto junto a una iglesia de su Guijuelo natal, el único lugar físico a donde pudo acudir para hacer su duelo muchos años después.


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7 comentarios:

Carlos Martín Gaebler, PhD dijo...

En una nota anexa a su novela El lector de Julio Verne, Almudena Grandes señala que José Luis Cervero, en su libro Los rojos de la Guardia Civil, analiza detalladamente la trayectoria de muchos mandos y números del Cuerpo que siguieron a rajatabla las ordenanzas del duque de Ahumada, quien prohibió a los miembros de la institución por él fundada sublevarse contra el poder legalmente constituido. El golpe de estado de 1936 triunfó sólo en aquellas provincias donde la Guardia Civil apoyó la rebelión. En los lugares donde sus jefes se mantuvieron leales a la legalidad y a sus propias obligaciones, se desató después de la guerra una represión feroz, que tendría cobertura legal a partir de la promulgación de la ley de la Jefatura del Estado del 12 de julio de 1940, que pronto fue conocida en los cuarteles por el nombre abreviado de ley 12 de 1940.

Carlos Martín Gaebler, PhD dijo...

Mi tía Isabel Parra Marín, sobrina de mi abuela Librada Parra Benito, y sobrina política de mi abuelo Manuel Martín Rubio, me informa de que mi abuelo Manuel tenía otro hermano mayor que él, Pedro Martín Rubio, quien también era miembro de la Guardia Civil, aunque de mayor rango. No había sabido de su existencia hasta ahora que me lo ha contado, a sus 91 lúcidos años, la última superviviente de aquella generación.

Alberto Conejero dijo...

No debemos olvidar que hay 100.000 compatriotas que siguen sufriendo violencia después de muertos porque no han sido enterrados, para unos cristianamente, para otros con dignidad. La sufren sus hijos, sus nietos, y la sufre un país que se permite tener a más de 100.000 compatriotas enterrados en las cunetas.

Enrique Chicote Serna dijo...

Hemos despedido 2019 con la satisfacción de haber visto cómo el cadáver de Franco era desalojado del lugar de honor que, indebidamente, ocupaba. Ojalá podamos despedir este año 2020 sin desaparecidos en las cunetas.

Fernando Martínez, historiador y Secretario de Estado de Memoria Democrática dijo...

“La futura Ley de Memoria Democrática prevé actuar de la misma forma con los desaparecidos del bando republicano que con los desaparecidos del bando franquista, si sus familiares piden ayuda al Estado. Pero estas víctimas ya fueron exhumadas, porque Franco ya legisló lo que hoy llamamos memoria histórica elaborando un censo de desaparecidos y un protocolo de exhumaciones. La dictadura desarrolló una potentísima legislación de memoria, pero sólo para sus víctimas, que fueron exhumadas y reparadas económica y simbólicamente mientras las víctimas republicanas fueron criminalizadas, estigmatizadas y muchas de ellas arrojadas a fosas comunes.”

Herbert Marcuse, filósofo dijo...

Olvidar es también perdonar lo que no debe ser perdonado si la justicia y la libertad han de prevalecer. Tal perdón reproduce las condiciones que reproducen la injusticia y la esclavitud: olvidar el sufrimiento pasado es olvidar las fuerzas que lo provocaron sin derrotar a esas fuerzas. Las heridas que se curan con el tiempo son también las heridas que contienen el veneno. Contra la rendición del tiempo, la restauración de los derechos de la memoria es un vehículo de liberación, es una de las más notables tareas del pensamiento humano.

Pedro Almodóvar dijo...

Estos últimos días ha aludido el señor Feijóo, como eje consensuado de los principios democráticos, al pacto de la Transición, un pacto al cual estoy muy agradecido porque sin él yo no hubiera existido. Mi cine, quiero decir. Pero todos sabemos que la mayor virtud de las fuerzas de izquierdas, y de derecha, supongo, fue su pragmatismo. Era muy difícil arrancar una democracia mínimamente verosímil después de cuarenta años de dictadura. Los habitantes de ese submundo que todavía son las fosas, las cunetas y los paredones, fueron condenados por el franquismo a la no existencia. Esa zanja anónima condena a sus víctimas a la no existencia. Solo vivirán en el recuerdo de sus familiares.

Y estas mismas víctimas, los cien mil que hacen de nuestro país el segundo después de Camboya en cuanto a personas desaparecidas, fueron una vez más ignoradas en el pacto de la Transición, de nuevo por el pragmatismo (y el miedo comprensible) de la izquierda (no en vano tres años después hubo un intento de golpe militar). Este comprensible sentido práctico de la izquierda española los condenó por segunda vez a no existir. Fueron doblemente héroes y doblemente víctimas. Y esa es una deuda moral que después de más de 80 años la democracia española no ha pagado aún y el tiempo apremia. Hubo una ocasión de oro para abordar el tema de las fosas en las sucesivas mayorías absolutas del PSOE. Pero no se hizo. Como muy bien dice Emilio Silva (presidente de Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) nadie le preguntó a su abuela si quería morirse sin saber dónde estaba el cuerpo de su marido.